Cuando mi amiga Maribel me sugirió la posibilidad de escaparme a la Toscana, me asaltaron un montón de buenas sensaciones, secuencias de películas inolvidables, Bajo el Sol de la Toscana(Cortona) , La vida es bella (Arezzo), el paciente inglés (en Camprena, entre otras localizaciones extremadamente hermosas), Cartas a Julieta (Verona, Siena) Sueño de una noche de verano (Montepulciano, famosa por su vino Nobile)…Los vinos, Toscana me evocó también los famosos Chiantis, los Brunellos de Montalcino, la pequeña Saint Tropez de Italia… y los panes sin sal. Cómo sabrían esos panes que nacieron en la Edad Media cuando la sal que llegaba al centro de Italia era tan cara?
El vino y el pan me llevaron al queso pecorino de Grosseto, ese queso de oveja (pecora en italiano) curado, que compro a veces en Gold Gourmet, y al aceite, el oro verde de la Toscana…
Sí, mientras mi amiga me hablaba de la extraordinaria y exclusiva Villa Mangiacane, donde me alojaría dos noches y me deleitaría con la comida del magnífico chef Francesco Lagi, yo estaba ya recorriendo con la memoria imaginaria unos paisajes rurales con inestimable patrimonio artístico y extensiones plateadas y armoniosas de olivos que se alternaban con viñedos rebosantes de la Sangiovese (sangre de Judas) y cipreses…esas filas de cipreses que yo asocio a cementerio y que solo en el corazón de Italia son decorativos.
Bien, me pareció muy bien, se acababa el verano, los niños, Jimena y Rodrigo, apuraban los últimos días de playa con su padre, Madrid era todavía ese lugar delicioso sin más tránsito que el de los turistas, el teléfono apenas sonaba, los mails no se acumulaban interminables como pasaría en cuanto llegara Septiembre…los amigos estaban dispersos y felices según contaban en las redes… Sólo tenía que adquirir un billete rumbo a Florencia y desde allí emprender el viaje pendiente desde hacía tanto tiempo…o no es Toscana uno de los destinos más anhelados?
A tan sólo 40 km del aeropuerto, donde alquilé el pequeño Fiat que me trasladaría desde Florencia a Siena por la Chiantigiana o carretera SS222 tres días después, se encontraba el paraíso donde empezar a saborear el principio de un viaje singular.
Un viaje también a mi interior, a la soledad, desde la que puedes concentrarte en ti misma y en lo que te rodea, sin las interferencias de la cotidianidad. Sin ninguna duda, la espléndida Villa Mangiacane, Winery y spa, con 600 acres de viñedos y olivos, era el lugar ideal para poner a prueba y llevar al extremo a todos mis sentidos.
A 15 km de Florencia, y en el término municipal de San Casciano in val di Pesa, de pronto, y siguiendo un camino entre los omnipresentes cipreses de la zona llegué a una estancia de ensueño. Una hacienda agrícola donde la sangiovese y la frantoio campan a sus anchas, una villa entre viñedos y olivos en la Toscana, irresistible para Glynn Cohem un empresario sudafricano que se enamoró de ella con la misma intensidad que podría haberme enamorado yo si dispusiera de su fortuna.
Una antigua villa del siglo XV, reconvertida en hotel de lujo con 28 habitaciones donde las mesillas de noche, por ejemplo, son pequeños escaparates de máscaras venecianas. Cada una es diferente y sorprendente con piezas de coleccionistas infinitas. El hotel cuenta también con una villa privada, Villa Machiavelli en la que pueden hospedarse de 10 a 20 personas para disfrutar de la más absoluta privacidad.
Admirando desde una de sus terrazas, la cúpula del Duomo es inevitable desear alquilar esa villa y pasar unos días de celebración con los seres más queridos. Es posible!!
Cuenta la historia que fue edificada por el cardenal Francesco María Maquiavelo, tío del famoso político y teórico, autor de El príncipe y que fue Miguel Ángel quién colaboró en su construcción y decoración.
En la última remodelación se ha incluido un spa de película, será por eso que George Clooney, lo ha disfrutado?
Me temo que sí y que también quedaría prendado como tantos americanos y pudientes, que visitan Villa Mangiacane, de la gastronomía de Francesco Lagi. Y como yo, que aunque era la única que hablaba español (curiosamente el atento equipo del hotel, liderado por la adorable Adalgysa, habla más en inglés que en italiano) gocé como una sibarita en su salsa. Os voy a relatar sólo una de las comidas que degusté durante los dos días que permanecí en el que puedo afirmar rotundamente que es uno de los mejores hoteles de mi vida.
El festín comenzó con un soufflé de pecorino con trufa y miel de los alrededores y continuó con una pasta única, porque la elabora el chef con vino de la Villa, y la acompaña con aceitunas, tomates cherry, panceta, albahaca y parmesano de 24 meses. Todo el mediterráneo en la boca. Sabores intensos y diferenciados.
La textura de este plato me sobresaltó gratamente, era nueva para mí, consistente, resistente pero sensual, untuosa…el aspecto de la pasta me recordó al de los percebes. Nunca olvidaré el helado de naranja confitada con romero… ni el momentazo grappa y té verde con yerbabuena en uno de los muchos jardines que rodean la finca. Ni el chianti clássico “de la casa” con el que acompañé aquella comida especialmente diseñada para mí, y tantos ratos de introspección que viví admirando, además de la vegetación (pinos mediterráneos y palmeras africanas) las modernas esculturas traídas desde Zimbabwe.
La piscina sin fin, en silencio a cualquier hora, salvo cuando la redecoran para celebrar bodas, por ejemplo es un plus en un espacio recreado para el placer absoluto, en soledad o en compañía.
Los ratos que pasé con Graziano, el director técnico de Villa Mangiacane, fueron muy productivos para alimentar mis conocimientos sobre el chianti clásico (DOCG), tinto seco, con un contenido alcohólico superior y un cuerpo robusto con sabor a frutos rojos, a cereza ácida…
Muy sabroso el classico, gran selezione 2011 con el que brindamos por la inminente ampliación de la producción y de la bodega de Villa Mangiacane.
Graziano me habló de una categoría de chiantis, los Supertoscanos, que mezclan, por ejemplo la tradicional sangiovese con la cabernet sauvignon originando vinos más complejos y concentrados. No tuve oportunidad de catarlos….
En la próxima entrega os relataré qué hacer en los alrededores de Villa Mangiacane. Justo enfrente y atravesando su viñedo, Matteo, el director de Villa Machiavelli os regalará experiencias inigualables, comiendo y guiándoos por las estancias donde vivió el autor de la frase “el fin justifica los medios”. En el mismo San Casciano, también os recomiendo cenar en el restaurante Nello,Su cocinero, veneciano, elabora las mejores sardinas en escabeche que he comido nunca y que en su día entusiasmaron a la banda de Pink Floyd.
UBICACIÓN:
Eeeeeeeeeeeeeeeeeeste tipo de viajes son los que me gustan Concha. Apuntado queda, a ver si puedo realizarlo coincidiendo con il Villaggio della birra. ¡Saludos!.