“Primero me lanzo al infinito, ya construiré las alas en el camino hacia abajo”… Ray Bradbury y Pepiño da casanova.

No se puede estrenar un blog un día cualquiera, quizás por eso elija hoy para empezar a compartir mi vida en la blogosfera.

Hoy que me duele el alma pero no de pena, hoy que sonrío porque me esfuerzo, hoy que no tengo hambre, hoy que miro al cielo más que nunca.

Hoy que tengo la agenda a tope y que sin embargo se impone lo imprevisto, lo inevitable y la vida en estado puro.

Hoy que me asalta el hermoso recuerdo de un encuentro definitivo a propósito de uno de mis primeros reportajes para Telemadrid hace casi veinte años.

Frío, mucho frío en la madrugada de la plaza de Herradores. Vaho sugerente en los cristales de un establecimiento en el que se hace el pan en un enorme y antiguo horno de leña. Calor en su interior y en el del hombre que me recibe con panza inmensa y brazos abiertos y risa franca y ojos alegres y ganas de vivir.

Aroma de harina y agua y masa madre en reposo, fragancia de hogaza recién horneada, perfume de vida.

Fue una grabación extraordinaria y trascendental porque llegué a la redacción de Espronceda, en el edificio de la agencia Efe, en la quinta planta en la que se cocía Madrid Directo, con una satisfacción desconocida.

El protagonista de la historia que tenía que montar con imágenes maravillosas no era otro que su majestad el pan; sin embargo se apoderó su autor, su ideólogo, el hombre que había tenido que reinventarse después de siete vidas, muchos países, seis hijos, un libro…y tanto más. El panadero que bautizó su enésimo negocio como el Museo del Pan Gallego.

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Fuente fotografía: http://tiendasdebarrio.blogspot.com.es/2010/10/museo-del-pan-gallego.html

Fue así como amasé una historia en la que el pan de maíz y la empanada de bacalao y pasas parecieron enmudecer respetuosas  y como la tarta de Santiago me pedía también la palabra y  los preñaos y de los panes de centeno se quejaban… pero sólo se le escuchaba a él. A aquel experto en arruinarse, que se había atrevido a escribir una terapia y a contársela a Iñaki Gabilondo en las ondas de la SER.

Qué extraña coincidencia, acababa de entrevistar al personaje que pocos años atrás me había cautivado escuchando la radio mientras estudiaba aún en Valencia.

El reportaje fue un éxito de audiencia y sin comerlo ni beberlo había multiplicado hasta el infinito las colas de madrileños ávidos del pan de siempre y del pan que permanecía apetitoso durante una semana. Del pan “de la abuelita” como le gustaba a él denominarlo.

A él, que consiguió que se desplazaran desde los pueblos de Madrid hasta el centro, los paladares más exigentes, cambiando la historia hasta entonces, volví a grabarlo, cuando organizó una trilla al lado de la Plaza Mayor, o cuando mandó herrar caballos en un claro homenaje a la plaza en la que disfrutaba del que sabía que sería el último oficio de su vida.

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El que empezó a ejercer cumplidos los 50 después de haber sido agricultor, maderero, fabricante de embutidos, granjero, taxista, capador…cuando volvió a España después de un duro periplo por Sudamérica,  con Elvira y una prole de seis hijos.

“Como panadero me aseguraba que no le faltaría el pan a mi tribu y a lo mejor ganaba también alguna peseta”, contaba siempre que tenía ocasión.

Recuerdo cómo me sorprendió lo que parecía una manifestación de afiladores de cuchillos, llegados de su tierra, Orense, al corazón de Madrid. Era otra de sus acciones de mercadotecnia, que él acometía con la naturalidad del genio pero que difícilmente podrían ser superadas por las más prestigiosas escuelas de marketing norteamericanas.

Cada una de aquellas exhibiciones de maneras de trabajar de antaño, que emprendía movido por el afán de inmortalizar oficios en vías de extinción, contribuían a agrandar su leyenda y el buen negocio que acabó siendo, como él siempre decía  “su último oficio” .

Querido Pepe, no sé si contar cómo hacías pasar a tus ilustres amigos por “la piedra” que todavía luce en la puerta de tu horno. Nunca olvidaré las noches extensas e intensas, bajo el cielo del Madrid de los turistas, degustando quesos de tetilla y San Simón, chorizos también gallegos y panes duros por fuera, con corteza que protegiera de la humedad y mantuviera el sabor de harina, y tiernos por dentro. “Como el hombre, apostillabas cada vez que lo partías con las manos, duro por fuera y blandito por dentro”, y te reías…y servías más albariño.

¡¡Conchín!! exclamabas, como si me estuvieras esperando toda una vida, cuando te llamaba para confirmar que seguías construyéndote una biografía única y magnífica.

Admirado Pepe, no sé si contar cómo supiste estar cada vez que te necesité con Lúa y tantos otros amores de mi existencia…cómo me presentaste a  empresarios de la restauración dignos de reportajes que enriquecían mi carrera. Hombres y mujeres que como tú se habían hecho a sí mismos en este Madrid que como a ti, los había acogido con los brazos abiertos, el asturiano Gerardo Oter, el zamorano Faustino, Amable Prieto, Parrondo…con ellos descubrí la cocina regional española sin salir del foro y mucho antes de que me fascinaran las estrellas Michelín y los soles Repsol.

¡Ay Pepiño! Embajador de Rante y de Galicia entera desde tu humilde residencia oficial, probablemente el horno moruno, de leña, más antiguo y famoso de España.

Pepe, nos veremos indefectiblemente en el cielo de los canallas buenos.  Sé que me esperas con un pan debajo del brazo. Así adornado, te voy a grabar en mi memoria a partir de ahora. Queda pendiente  una carallada allá donde te has ido a tu manera, sin avisar y a tu aire. Pero con la conciencia tranquila porque aquellos panes imprescindibles con los que alimentaste a Manuel, Alberto, José, Elvira , Marcela y Aurora Menor, se siguen produciendo para deleite de tus nietos y de toda tu parroquia, con tu receta de siempre: honestidad y cariño.

José Menor Canal, tus cenizas serán esparcidas en la aldea donde naciste durante la fiesta que organizaré junto a tus hijos y Heydi, la última mujer de tu vida de la que sí te despediste con un te quiero infalible y agradecido.

No faltarán, como has dejado escrito en tu testamento, la comida típica gallega, la música y el baile. Allí estaremos tus amigos y tus enemigos, a los que también has invitado pero que yo no he conocido jamás, que conste.

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Fuente fotografía: http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2006/07/05/4919606.shtml

¡Ah! Ya tienes también, tu esquela en el PAIS.

“Adiós se dice sin Pena” Pau Riba y mi amigo Pepiño.

Madrid 14 febrero 2013

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Concha Crespo

He contado la evolución de la gastronomía y la oferta turística en general, durante 20 años en Telemadrid y en Televisión Española, sigo manteniendo una agenda muy suculenta que quiero compartir ahora con mis lectores. Gastronómada, y apasionada de la vida, presento, prescribo y propongo a las empresas del sector cuando me necesitan. La gastronomía a veces, solo es una excusa.

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